Hasta la semana pasada teníamos más o menos asumido lo que podíamos y no podíamos hacer, pero a partir del sábado, con las distintas fases de la desescalada, la casuística se multiplica. Las normas o decretos que se dictan desde los que mandan concretan una serie de cosas básicas, pero no recogen la diversidad de situaciones y supuestos que pueden darse, que tienden al infinito y resulta imposible recogerlo todo en un texto normativo.
No culpemos a los niños
El pasado10 de marzo los colegiales no daban crédito a lo que estaba pasando. Afloraban sentimientos tan desconocidos como contradictorios: euforia provocada por no tener que volver al cole en unos días y ansiedad contagiada por unos profesores que, bajo los efectos de un ataque de hiperresponabilidad, les daban interminables listas de tareas para hacer en casa.
Jornadas de ventanas abiertas: cultura para volar
Hace escasamente mes y medio veíamos danzar a Bach en uno de los fantásticos conciertos del interrumpido IV Festival de Música Antigua de Torrelodones (FEMAT), un diálogo íntimo entre la música, la danza y la luz (o su ausencia) que nadie predecía fuera el preludio de un vacío escénico; era la última coreografía sobre las tablas del Bulevar antes del inesperado apagón cultural.
Teniendo muy presente que la primera emergencia es la sanitaria y social, y que ahora es necesario centrar todas nuestras energías en los sectores que ayudan en primera línea a continuar salvando vidas y acabar con esta pandemia cuanto antes, el futuro sector de la cultura, ya de por sí frágil, es de una inseguridad estremecedora.