Hace un par de meses, asistimos a la presentación del número 246 de la Revista Claves, dedicado a la “corrupción como cáncer de la democracia”, con el fondo de un artículo escrito por Andrés Herzog del mismo título.
Según Alina Mungiu-Pippidi la corrupción es el producto de las oportunidades existentes, los controles generados y el universalismo ético, entendido como la distribución imparcial guiada por la ley de los recursos públicos, justo lo contrario del particularismo, que consiste en la distribución clientelista de dichos recursos, en función de la familia, el clan, la etnia, la confesión religiosa o el partido político.