Los seres humanos tendemos a encasillarnos dentro de unas coordenadas que marcan las reglas de nuestro comportamiento. Esto nos empuja a ser como nuestros vecinos y a comportarnos según patrones basados en la imitación de los que consideramos ‘los nuestros’. Por eso, creamos identidades colectivas, que pueden ser étnicas, nacionales, sociales, políticas, religiosas, deportivas, culturales o de otro tipo. Individualmente somos inteligentes y, por tanto, podemos ser tolerantes e incluso bondadosos, pero colectivamente tendemos a hacernos algo cerriles e intolerantes. Tener unas señas de identidad del tipo que sea parece fundamental para orientarnos en un mundo lleno de incertidumbres. La identificación colectiva es un verdadero elemento de cohesión. Lo malo es cuando esas señas de identidad se utilizan para marcar diferencias y se constituyen en arma contra los diferentes (odiar lo ajeno como estímulo para amar lo propio).
Diez razones por las que afiliarse a un partido local
Vecinos por Torrelodones nació hace 10 años ante la imperiosa necesidad de detener, además del vergonzante pelotazo urbanístico y destrucción del entorno natural de Torrelodones, las tradicionales formas de hacer política, especialmente en entornos locales, demostrando que el activismo vecinal puede ser el germen de diferentes e importantes movimientos que traerán como resultado una nueva forma de hacer política.
En aquel momento, y después de más de 20 años de despotismo y maniqueísmo de un partido nacional que pensaba que el pueblo y todo lo que en él había era suyo, únicamente suyo, y de una oposición aletargada, sólo el paso al frente de unos pocos, seguidos por otros pocos, al que se unieron unos cuantos más, hizo posible la transformación, una transformación que se ha contagiado a muchos otros municipios de la geografía española cansados de esa misma realidad.
La mala fama de los políticos
¿Por qué tienen los políticos tan mala fama?
Vivimos tiempos en los que, por diversos motivos, dedicarse a la política no está bien valorado. Es más, podría decirse justamente lo contrario. Y es lógico. La verdad es que ministros como Rodrigo Rato o Jaume Matas; senadores como Bárcenas o Ana Torme; diputados como Arístegui o Gómez de la Serna; presidentes de comunidades autónomas como Ignacio González o Pujol; alcaldes como Rita Barberá; presidentes de Diputaciones como Gabriel Amat; o presidentes de cajas de ahorro públicas como Hernández Moltó o Miguel Blesa…, entre los más de 3.000 cargos públicos imputados, investigados, procesados o condenados no ayuda mucho.