Los seres humanos tendemos a encasillarnos dentro de unas coordenadas que marcan las reglas de nuestro comportamiento. Esto nos empuja a ser como nuestros vecinos y a comportarnos según patrones basados en la imitación de los que consideramos ‘los nuestros’. Por eso, creamos identidades colectivas, que pueden ser étnicas, nacionales, sociales, políticas, religiosas, deportivas, culturales o de otro tipo. Individualmente somos inteligentes y, por tanto, podemos ser tolerantes e incluso bondadosos, pero colectivamente tendemos a hacernos algo cerriles e intolerantes. Tener unas señas de identidad del tipo que sea parece fundamental para orientarnos en un mundo lleno de incertidumbres. La identificación colectiva es un verdadero elemento de cohesión. Lo malo es cuando esas señas de identidad se utilizan para marcar diferencias y se constituyen en arma contra los diferentes (odiar lo ajeno como estímulo para amar lo propio).
Estar informado para actuar de forma responsable
Estar informado para actuar de forma responsable. Resulta muy habitual escuchar en todos los medios y en todas las conversaciones lo valioso e importante que es estar informado. Pero realmente, alguna vez nos hemos preguntado ¿Por qué es tan importante estarlo?
Vivimos insertos en un «mundo lleno de información», mucho más de lo que lo hemos estado nunca; por lo cual es fundamental que estemos en pleno contacto con las fuentes que emiten información como la televisión, los diarios, la radio y muy especialmente internet, entre otros. Esto nos permitirá forjarnos un criterio claro y preciso de la sociedad y del mundo en el que vivimos, y así opinar con fundamento y actuar responsablemente.
De dónde venimos, quiénes somos, a dónde vamos
De dónde venimos
Un buen día, junto a un bosque de encinas y enebros que querían hacer desaparecer, comenzó nuestro camino. Un camino nuevo sin un final conocido. La historia de Vecinos por Torrelodones, que acaba de cumplir diez años, es una pequeña gran historia; una historia construida pieza a pieza con una sucesión continua e imparable de pequeños milagros. Nos unía una fuerza imparable por cambiar todo lo que nos había lastrado, para parar los pelotazos urbanísticos y abusos de poder y con la finalidad de deshacer el sistema clientelar establecido que todavía hoy algunos añoran. Creímos necesario implicarnos en un proyecto colectivo en el que todos colaborásemos. Partimos a pie, para estar cerca de todo lo que encontráramos a nuestro paso, para oler las cosas, palparlas, observarlas, comprenderlas y quererlas. Se trataba de un camino incierto, difícil y tortuoso, donde no han faltado obstáculos, sinsabores y salteadores del camino, así como la feroz resistencia de los que hasta entonces disfrutaban del chiringuito.