Hace escasamente mes y medio veíamos danzar a Bach en uno de los fantásticos conciertos del interrumpido IV Festival de Música Antigua de Torrelodones (FEMAT), un diálogo íntimo entre la música, la danza y la luz (o su ausencia) que nadie predecía fuera el preludio de un vacío escénico; era la última coreografía sobre las tablas del Bulevar antes del inesperado apagón cultural.
Teniendo muy presente que la primera emergencia es la sanitaria y social, y que ahora es necesario centrar todas nuestras energías en los sectores que ayudan en primera línea a continuar salvando vidas y acabar con esta pandemia cuanto antes, el futuro sector de la cultura, ya de por sí frágil, es de una inseguridad estremecedora.